Doncos

El pueblo de Doncos en internet...

La tradición popular transmitida a lo largo de los tiempos

La leyenda por excelencia de Doncos da nombre incluso a su monumento más emblemático: El Castillo, también llamado Torre de Agustín o Torre de la Grupa.

Cuentan que, en plena invasión musulmana, unos moros atacaron a una pareja de peregrinos que se dirigía a Santiago. Uno de ellos raptó a la joven peregrina y, al verse perseguido por uno de los caballeros que, desde el Castillo tenían la misión de proteger el Camino, decidió cortarle el cuello a la mujer para que nadie pudiese disfrutar de su belleza. En ese momento la grupa de su caballo blanco se tiñó del rojo de la sangre de la hermosa cristiana y dio para siempre nombre a la fortaleza.

El mismo Castillo ha propiciado otras leyendas como la imposible que asegura la existencia de una comunicación subterránea que, desde el foso, va a dar al viejo Camino Real, a una conocida oquedad en medio del Souto, pero que el tiempo se ha ido encargando de atascar hasta hacer imposible su paso(¿?).

Cueva

 

¡Habelas, hailas!

¡Cómo no!. En toda Galicia son abundantes las referencias a las “meigas”, que siempre representan el mal, a las “fadas”, que pueden representar tanto el bien como el mal, y demás criaturas del lado oscuro de nuestras conciencias. De ahí que, en determinadas fechas se colgara una rama de saúco (vianteiro) en la puerta de la casa para ahuyentarlas.

Dado que sus andanzas son suficientemente conocidas, voy a centrarme en otros personajillos que, aunque tienen su mala leche, nos son más simpáticos y domésticos, porque sólo disfrutan haciéndonos pequeñas jugarretas más o menos tolerables: Son los “trasgos”.

Nos cambian las cosas de sitio, nos hacen tropezar con los escalones, etc., pero hay uno en particular que resulta realmente curioso: se trata del “Palpabarrigas”. Aparece en celebraciones muy señaladas, especialmente las de cenas opíparas, como puede ser la Nochebuena. Disfruta saltando y bailando sobre la barriga de aquellos que, habiendo cenado más de lo debido, les resulta imposible descansar plácidamente.

Pero se puede conseguir que nos deje en paz: sólo tenemos que poner al lado de la cama un puñado de granos de cebada; eso sí, en cantidad superior a cien. Ocurre que le encanta contar granos, pero sólo sabe contar hasta cien y cuando rebasa esa cifra, piensa que se ha equivocado y vuelve a empezar desde el principio, dejándonos dormir en paz el resto de la noche. Incluso, como tiene muy mal carácter, puede llegar un momento en que se enfada de tal manera que se marcha y no vuelve a la casa nunca más.

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